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Me sentí como un perrito perdido. Aislada sin un centavo a mi nombre, creía que nadie se preocupaba por mí.
Mi abusador era mi novio, el padre de mi hijo. Mi punto de inflexión ocurrió un día cuando me estaba dejando en el trabajo y discutimos. No quería que yo fuera a trabajar. Antes de darme cuenta, estaba fuera del auto y él se fue con el bebé. Llamaron a la policía y me refirieron al Centro de Crisis. Me devolvieron el bebé y la policía dijo que yo era la fuente de vida del bebé porque estaba amamantando. A partir de ahí, me remitieron al Centro de Justicia Familiar.
Si alguien hubiera caminado en mis zapatos, se habría sentido vulnerable, con tacones altos, caminando de puntillas. Probablemente me veía bien afuera, pero estaba desesperado por ayuda. Aprendí que un abusador se aprovecha de las personas una vez que conocen sus debilidades. Después de un tiempo, crees que el abusador tiene razón. Terminé asistiendo a un grupo de apoyo y aprendí paso a paso qué es el abuso doméstico. Puede ser emocional, física, espiritual y financiera.
Estoy recuperando mi vida ahora.
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